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UN MELODRAMA MUY ROMÁNTICO

En la última semana de este mes de enero de 2016 podremos ver en Bilbao, en la 64 Temporada de la ABAO, las representaciones de La Sonnambula, ópera en 2 Actos de Vincenzo Bellini, sobre un libretto de Felice Romani, basado a su vez en una Pantomima para Ballet, » La somnambule ou L’arrivée d’un nouveau seigneur» (1827) del dramaturgo francés Eugène Scribe.

El estreno tuvo lugar el 6 de marzo de 1831 en el Teatro Carcano de Milán, que pretendía competir con el Teatro allá Scala, y se gastó el dinero en conseguir el mejor reparto del momento, correspondiendo los papeles estelares a:

  • Amina, Giuditta Pasta
  • Elvino, Giovanni Battista Rubini
  • Conde Rodolfo, Luciano Mariani

La obra está catalogada de Semi-sería, no porque sea graciosa, porque Bellini carecía de la chispa de Rossini o, incluso, de Donizetti, sino simplemente porque trata un tema amable, bastante intrascendente, y además acaba bien. La ópera es deliciosa y exquisita, de hecho Chopin decía de ella que «lo natural es exquisito y lo exquisito, natural». También Rossini, que fue mentor de Bellini en su corta estancia en París, opinaba sobre el aria Ah! Non credea mirarti con las siguientes palabras:

Apasionadamente triste, patética, de un gusto exquisito y una refinada delicadeza

Y es que no debemos olvidar que Bellini es el autor romántico por excelencia, maestro de la melodía, lleno de sensibilidad y con un punto de melancolía. Podría parangonarse, en el campo de la literatura, con nuestro Gustavo Adolfo Becquer. La música de Bellini es todo melodía, con arreglos orquestales sencillos pero muy bonitos.

La obra tuvo un éxito importante, reafirmando la fama de Bellini y de los cantantes, y contribuyendo a la creación del mito Giuditta Pasta y también al de Rubini. Solo 4 meses más tarde se estrenó en Londres, en el King’s Theatre, y en 1835 en New York, en el Park Theatre. La otra gran Diva italiana, María Malibrán, que por cierto era española (la hija de Manuel del Pópolo García), adoraba este papel y lo cantó desde 1832 hasta su prematura muerte en 1836, dándose la circunstancia de que fue su último papel, cantándolo en Aquisgrán en agosto de 1836, un mes antes de morir en Manchester como consecuencia de una trágica caída de caballo.

Los papeles de Amina y Elvino son francamente difíciles, casi imposibles. El de Amina requiere una enorme flexibilidad, ya que la cantante está obligada a realizar todos los recursos del belcantismo belliniano: trinos, volatas, saltos de escala, etc. El de Elvino, con notas sobreagudas, es realmente incantable. Aunque esta ópera, como la mayoría de las de Rossini o Donizetti, dejaron de cantarse en el último tercio del siglo XIX, sin embargo algunas de sus Arias continuaron interpretándose por las grandes Divas, para su mayor lucimiento. El problema es que se les fueron añadiendo tantos adornos y florituras, que finalmente hacían que se interpretasen como Arias barrocas, en vez de Arias románticas, aunque belcantistas.

Una vez más diremos que fue María Callas la que volvió a darle a estos papeles la que creemos fue la intención original de Bellini, con un canto romántico aunque utilizando algunos de los recursos del belcantismo de los napolitanos del siglo XVIII. El resultado fue magnífico y afortunadamente hubo otras sopranos importantes, que siguieron ese camino, que trataremos en un post posterior, y que han llegado hasta la actualidad.

Mujeres enajenadas sobre los escenarios

Ya en el siglo XVIII varios autores italianos, y algunos ingleses, escribieron escenas de locura para cantantes célebres. Es sabido que en el teatro los papeles «característicos» son fáciles de interpretar, son exagerados y el actor suele encontrar una «receta» para llegar al público. Lo difícil es representar a una persona corriente en una situación normal, y resultar creíble, que no parezca que el actor «está haciendo teatro». En la ópera no es muy diferente y estas escenas de locura siempre resultaron muy agradecidas, permitiendo expresar un espíritu libre liberado de toda carga. Además el culto a las Divas, que existió en el fin del Barroco y en el comienzo del Romanticismo, llevó a la proliferación de ese tipo de escenas.

A comienzos del siglo XIX el sonambulismo era considerado como una forma suave de enajenación, inofensiva e, incluso, graciosa. Su representación era normal en los teatros de ópera italianos y franceses del siglo XIX, en un momento de gran curiosidad científica y mucho interés por la incipiente ciencia neurológica (Freud nace en 1856). Pero es que, además, el sonambulismo tiene dos características que cumplen los paradigmas del Romanticismo y de su Estética:

  • La evasión de la realidad
  • La consecuencia de un comportamiento exaltado

En la Sonnambula Bellini incluye dos escenas de sonambulismo:

  1. En el primer acto, una escena breve, que es el desencadenante del drama
  2. En el segundo acto, una escena extensa, plenamente Romántica, con la figura de Amina en su plenitud

Un gran dramaturgo y el remake de un gran libretista

Eugène Scribe fue uno de los principales dramaturgos franceses de comienzos del siglo XIX. Compuso más de 500 obras, entre comedias, dramas, vaudevilles, libretos de óperas o para ballets. Habiendo sido el autor más representado en la primera mitad del siglo, es curioso que sin embargo en la actualidad casi únicamente se le recuerda por los libretos que hizo para muchos grandes compositores: Auber, Halévy, Meyerber, Rossini, Donizetti y Verdi.

Una de las recetas dramáticas infalibles de Scribe es que en medio de una situación normal y pacífica aparezca un hecho menor que da lugar, mediante una serie de casualidades y complicaciones, a una situación dramática, que sorprende al espectador y que da un vuelco inesperado a la situación pre-existente. Esto exactamente lo que ocurre en su Somnanbule, que primero fue un vaudeville y luego un ballet.

 
Felice Romani, del que ya hemos hablado en otros post, fue el autor de la inmensa mayoría de los libretos de Bellini. Fue un grandísimo libretista y poeta, aunque poco original en sus temas. Ya hemos contado en otro post que su inspiración principal eran los estrenos de cada temporada en París. Asistía a ellos y adaptaba para la ópera los que más le gustaban. Curiosamente, en el caso de la Sonnambula, Romani fue un poco más allá y realmente hizo lo que hoy llamamos un remake, cambiando más cosas de lo que era su costumbre.

Al final resultó un argumento bastante sencillo, casi simplón, pero muy efectivo. Sobre él Bellini puso sus bellas melodías y resultó una joya, tierna y exquisita.

Terminamos escuchando a María Callas en el aria y cabaletta Ah! Non credea mirarti …….Ah non giunge uman pensiero, en un homenaje a Giuditta Pasta. Obviamente no existen grabaciones de la Pasta, porque murió antes de que fuese inventado el fonógrafo, pero, por los testimonios que quedaron de sus contemporáneos, podemos imaginar que su voz debería haber sido así.

Ah non giunge uman pensiero

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