Nabucco y la figura del Padre en Verdi
De las 27 Óperas compuestas por Verdi nada menos que 20 tienen como personajes principales, o muy importantes, a padres, y dedican una parte sustancial de su trama a las relaciones de esos padres con sus hijos: padres movidos por el honor, la venganza, el afán protector o, simplemente, el amor incondicional a sus vástagos.
Además, existen dos de esas óperas, Luisa Miller (1849) y Simon Boccanegra (1857, revisada en 1881) que incluyen dos relaciones paterno-filiales en la misma ópera; en la primera tenemos a Miller, el padre de Luisa, y a Walter, el padre de Rodolfo, el amante de Luisa; en Simon Bocanegra tenemos al protagonista, Simon, padre de Amelia (en realidad Maria) y Jacopo Fiesco, padre de Maria, la amante de Simon, y por tanto abuelo de Amelia/Maria.
También dentro de esos 20 título tenemos otras dos óperas donde el padre no está incluido en las dramatis personae, pero que, en concepto de padre ausente, tiene un peso importante en la trama: es el caso del Señor de Aquilea, en Attila, que se hace siempre presente a través de su vengadora hija, Odabella, o el de Folco, asesinado por su hijo Pagano, por una querella entre hermanos, en I lombardi alla prima crociata.
El padre verdiano se mueve agitado por distintos sentimientos, a veces contradictorios, entre los que podemos destacar, en esta especie de clasificación:
- La razón de estado frente a la ética propia de un padre de familia: es el caso de Francesco, en I due Foscari (1844) o Felipe II en Don Carlos (1867)
- Padre movido por la sed de venganza ante el honor herido de sus hijas: Oberto, en el rol titular de la primera ópera verdiana Oberto, comte di San Bonifacio (1839); Giacomo, padre de Giovanna d’Arco (1845); el conde Stankar, padre de Lina en Stiffelio (1850); Rigoletto, vengador de su hija Gilda, en la ópera de su nombre (1853)
- Padre muerto en acto de servicio, defendiendo el honor de su hija: el Marqués de Calatrava, fatalmente herido al final del 1er. acto de La forza del destino (1862)
- Padre burlado en clave cómica: Ford en Falstaff (1893)
- Padre que quiere preservar el honor de su familia, apartando a su hijo de una «cualquiera» de la que él supone que se ha encaprichado: Giorgio Germont, en La Traviata
- Casos de ingratitud filial: Abigaille, en Nabucco (1842), y Francesco Moor, que hace llegar a su hermano Carlo cartas, falsas, del padre de ambos, Massimiliano, según las cuales Carlo es repudiado por su progenitor (Tema tomado de Die Räuber, Los bandidos, obra de teatro de Friedrich Schiller)
- Otros casos diversos: El barón de Kelvar, padre de Giulietta, en Un giorno di regno (1840); Álvaro, padre de Gusmano, en Alzira (1845); al noble Banquo, padre de Fleance, asesinado por los sicarios de Macbeth (1847); Guy de Monfort, padre de Henri, en Les vêpres siciliennes (1855) o el antipático Amonasro, padre de Aida (1871)
Lo que queda demostrado, con todo lo ya dicho, es que para Verdi las relaciones paterno-filiales, y muy especialmente la figura del padre, es un tema relevante, como lo será también el conflicto entre los intereses públicos (o la razón de estado) y los privados, por ejemplo, el conflicto entre Simon Boccanegra, el Dux y Simon Boccanegra, el hombre, en Simon Boccanegra.
La razón de ese interés por la figura del padre no cabe duda de que tiene que ver con la propia vida de Verdi, y con la desgraciada y temprana muerte de sus hijos y de su esposa. Verdi no tendrá más hijos y serán los personajes de sus óperas los que colmen sus anhelos de paternidad.
Desde ese punto de vista, lo único que le quedó pendiente a Verdi fue el realizar su versión operística del Rey Lear de su admirado Shakespeare. Fue un proyecto largamente acariciado y nunca realizado por diversas causas. Primero fue en 1843, poco antes de recibir el encargo de Ernani, y no lo llevó a cabo por no poder disponer de un barítono como Giorgio Ronconi (carta de Verdi al Conde Mocenigo). Nuevamente se planteó en torno a 1850, pensando en que Salvatore Cammarano escribiese el libreto, cosa que se truncaría por la muerte de Cammarano. Hubo otro intento entre 1853 y 1856, con Antonio Somma de libretista, y, por último, en 1865 , ante el encargo que Verdi recibió de París para hacer una grand opéra, que finalmente sería Don Carlos.
La ingratitud filial en Nabucco
La tercera ópera de Verdi marcó el inicio de su aproximación psicológico-musical a los personajes de sus óperas. En este caso lo va a hacer con los personajes del rey Nabucodonosor (Nabucco) y su supuesta hija mayor, Abigaille. Esta última es su primer personaje femenino de carácter perverso, antecesor de otro «monstruo», Lady Macbeth, que creará 5 años más tarde. Son personajes perversos en si mismos, sin ninguna justificación, no como los de otras dos «malas malísimas» de Verdi, la Princesa de Éboli, en Don Carlos, o Amneris en Aida, que parecen estar justificadas por celos perfectamente entendibles.
Para situarnos en la obra, diremos que al comenzar el Segundo Acto (o Parte Segunda, titulada El impío, según Jeremías XXX) nos encontramos en Babilonia, después de que Nabucodonosor ha arrasado Jerusalén y su templo y se ha llevado cautivos a Babilonia a los 10.000 judios de las clases más altas. Se desarrolla, a partir de ese momento, una Subtrama dedicada a las relaciones de Nabucco con sus dos hijas: Abigaille, la mayor, sumamente ambiciosa, de carácter fuerte y guerrero, y Fenena, que parece más preocupada por su amor por Ismaele que por los intereses de la casa de su padre y de su patria. Para complicar un poco más la situación, se van a producir 3 hechos simultáneos:
- Abigaille va a descubrir un documento, que Nabucco tenía bien guardado, que demuestra que Abigaille es hija de una esclava y, por tanto, hija ilegítima
- Fenena, enamorada del judio Ismaele, que la salvó del cuchillo del Sumo Sacerdote Zaccaria en el final del Acto 1º, se convierte al judaismo, por amor
- El malvadísimo Sumo Sacerdote de Baal (o di Belo, en italiano), quiere matar a todos los judios, y a Fenena la primera, por ser una apóstata. Para ello piensa en apoyarse en Abigaille y quitarse de en medio a Nabucco, en una mezcla de fundamentalismo y ambición.
Con esas premisas, ¡el drama está servido! Abigaille, creyéndose defraudada por su padre (que no le ha hecho nada, excepto considerarla su hija legítima, sin serlo), y envidiosa de su hermana (que ama a Ismaele, antigua «ilusión» de Abigaille, y que, ciertamente, «vive su vida» y no se preocupa mucho de los intereses de Babilonia), decide aliarse con el Sumo Sacerdote y convertirse en La Regina. Para ello, el Sumo Sacerdote ha ideado una estratagema bastante pueril: han hecho correr la voz de que Nabucco pereció en la batalla de Jerusalén.
Cuando Fenena se entera de que Abigaille está a punto de consumar el Golpe de Estado, reacciona y decide encabezar la Resistencia, pero lo hace con poco fuste, ya que ella está alineada con los judios y el pueblo está manejado por los sacerdotes de Baal. En ese instante reaparece Nabucco, que, viéndose traicionado por los seguidores del dios Baal, y por Abigaille, y preso de la mayor soberbia, decide declararse Dios, vencedor de Baal y del Dios de los hebreos. Cuando parece que ha retomado el poder, se ha ceñido la corona y ha recibido el apoyo de los guerreros, se encuentra con que su heredera Fenena se ha convertido al judaísmo y súbitamente se cumple la profecía de Daniel: Nabucco cae al suelo, enloquecido y destronado por una fuerza sobrenatural. La corona rueda por el suelo y Abigaille la recoge y se la ciñe. Así acaba el Acto 2º o Parte Segunda.
En el comienzo de la la 3ª Parte (denominada La Profecía, según Jeremías LI) vamos a ver a una Abigaille, Regina, en todo su poder, y una escena patética entre ella y Nabucco, todavía con la razón nublada, debil y avejentado, pero conservando algo de su dignidad y orgullo. En ese duo podemos observar el retrato psicológico-musical de padre e hija.
Para el papel de Abigaille, Verdi escribió dos grandes escenas en las que queda caracterizada. La vamos a conocer con un gran retrato psicológico que la música va a realizar con precisión:
- En la apertura de la Segunda Parte (Segundo Acto) tenemos la escena del descubrimiento de su identidad (Scena Prima, Recitativo Ben io t’invenni), después de tres acordes terribles que prefiguran el clima de terror que piensa implantar en caso de reinar. Y en la cabaletta Salgo già del trono aurato, su canto desbocado muestra la ambición sin control de Abigaille. En medio de tanta ambición y odio, Abigaille pretende humanizarse/justificarse y se confiesa como víctima en Anch’io dischiuso un giorno, cavatina en la que acaba diciendo:
ah! chi del perduto incanto / mi torna un giorno sol?
(¿Quién me puede devolver la inocencia perdida, /aunque sea sólo un día?)
- En la tercera escena de la Tercera Parte, Nabucco no reconoce en la crueldad de aquella mujer a su propia hija: Donna, chi sei? (Mujer, ¿quién eres?), y lo hace con gran patetismo en su canto de barítono. Abigaille parece hacer suyos los principios maquiavélicos, cantando: Assai più vale il soglio che un genitor perduto ! y acaba por pronunciar un cruel enunciado: D’una schiava che disprezza il tuo poter. Es muy interesante la reacción de Nabucco, que ha sacado fuerzas de flaqueza para enfrentarse con la hija ingrata y traidora, y que enseguida reconoce su debilidad:
Ahi miserando veglio! / l’ombra tu sei del re.
(¡Ah desgraciado viejo! / ¡Eres la sombra del rey!)
En los dos ENLACES que hemos incluido al final de este Post podemos ver estas dos Escenas, que nos permiten conocer esa relación paterno-filial tan deteriorada por la ambición y el desagradecimiento de la hija. De la primera escena y de su cabaletta ya hemos hablado en nuestro primer Post de esta serie, si bien allí lo hacíamos desde un enfoque eminentemente vocal. Veámoslo ahora desde la perspectiva dramática completa. El segundo Enlace nos muestra la figura patética de Nabucco, además de la crueldad de Abigaille.
En el primer Enlace, en el papel de Abigaille tenemos a Ghena Dimitrova, Soprano dramática de agilidad, en una representación en La Arena de Verona, en 1981, bajo la dirección de Mauricio Arena. En el segundo Enlace, serán Grace Bumbry y el siempre solvente Sherril Milnes los intérpretes de Abigaillle y Nabucco, en una interpretación de 1979. En este caso se trata de una Mezzo-soprano, con voz de menor agilidad que la de la Dimitrova.
ENLACES:
Ben io t’invenni ……Salgo già del trono aurato
Donna, chi sei? ……..Deh, perdona