DON CARLOS DE AUSTRIA SEGÚN FRIEDRICH SCHILLER
Friedrich Schiller (1759-1805) está considerado como el más grande de los dramaturgos alemanes y, junto a Goethe (1749-1832), los dos principales literatos en esa lengua y con gran influencia en autores de otras lenguas y nacionalidades. Perteneció principalmente a dos importantes movimientos literarios a lo largo de su vida, primero el Sturm und Drang (Tormenta y empuje) (1767-1785), que es una especie de Pre-Romanticismo enraizado en el sentimentalismo en contraposición a la razón ilustrada, y El clasicismo de Weimar (1788-1832), llamado así por haber sido en esa ciudad alemana donde Goethe y Schiller trataron de aunar acción y entendimiento mediante la educación por el arte, en un periodo de gran florecimiento cultural y artístico. En el siguiente enlace puede verse un reportaje sobre la ciudad de Weimar y sus aportaciones culturales, muy centradas en las figuras de Goethe, Schiller y los hermanos Von Humboldt.
Weimar: Entre clasicismo y modernidad
Schiller fue un gran enamorado del teatro; había tenido la ocasión de conocer la obra de Shakespeare y de Racine y comenzó su obra literaria escribiendo teatro. De hecho, su primer éxito fue Die Raüber (Los Bandidos), en 1782, que daría lugar a la ópera I mesnadieri de Verdi y también a la proliferación de numerosas bandas de jóvenes bandidos románticos, defensores de la libertad, en el sur de Alemania.
Su vida tuvo diversas vicisitudes, huyendo al principio y escribiendo y estrenando obras de teatro incluso con nombres supuestos, y luego siendo Catedrático de Historia en la Universidad de Jena y, con el apoyo de Goethe, en Weimar en su etapa de madurez. Siempre tuvo mala salud y de hecho murió bastante joven, con 46 años. Su amigo Goethe le sobreviviría 27 años más.
Simplemente citaremos algunas de sus obras de teatro que en su mayoría se convirtieron en óperas, muchas de ellas de Verdi:
- Luise Millerin o Kabale und Liebe, 1784, origen de Luisa Miller de Verdi
- Don Carlos, 1787, origen de nuestro Don Carlos/Don Carlo de Verdi
- Wallenstein, 1799, trilogía
- María Stuart, 1800, origen de Maria Estuarda de Donizetti
- Die Jungfrau von Orleans (La doncella de Orleans), 1802, origen de Giovanna de Arco, de Verdi
- Wilhem Tell, 1804, origen del Guillaume Tell de Rossini
También escribió algunos tratados de historia, como la Historia de la separación de las provincias unidas de los Países Bajos del gobierno español, que elaboró durante la composición de su Don Carlos, y la Historia de la guerra de los 30 años. Y no podemos dejar de citar, en su obra poética, la famosa Ode an die freude (Oda a la alegría), compuesta en el verano de 1785, a la que Beethoven pondría música en el 4º Movimiento de la Novena Sinfonía.
En el siguiente enlace podemos ver y escuchar ese 4º Movimiento, bajo la dirección de Daniel Barenboim y con voces tan renombradas como la del bajo Renée Pape, la mezzo-soprano Waltraud Meier, la soprano Anne Schwanewilms o el tenor Jonas Kaupfman, en un concierto desde la Puerta de Brandenburgo en Berlín.
En cuanto a su poema dramático Don Karlos, Infant von Spanien, diremos en primer lugar que fue su primera obra en verso, si bien en verso libre, como correspondía a la época. Lo comenzó en 1783, inspirado en la novela Histoire de Dom Carlos, de César Vichard, abée de Saint-Real, y lo estrenó en Hamburgo en 1787, habiendo interrumpido su escritura por la larga convalecencia de una enfermedad y después para preparar el ensayo histórico sobre la separación de las «provincias unidas de los Países Bajos». Schiller que era de la teoría de que escribir una obra de teatro es tarea de un verano, tardó mucho en acabar su Don Carlos y esto le produjo un efecto en el tratamiento de los personajes que se aprecia muy bien, incluso en la ópera de Verdi:
- Al inicio, en el Primer Acto (1º y 2º en la ópera) Schiller tiene un gran concepto de Carlos, lo ve como un idealista, amante de la libertad, enfrentado a un padre despótico y manipulador, que le ha quitado la novia, y en su conversación con Rodrigo (su amigo adorado) y con Domingo (el confesor del Rey y supuestamente el trasunto de la personalidad de Antonio Pérez) demuestra inteligencia y empatía, presentándose como una víctima que da pena a los demás
- Sin embargo, a lo largo de la obra, Schiller deja de tener interés por Carlos, que cada vez está más desdibujado y resulta más ingenuo y egoísta. Se fija mucho más en Felipe, al que pone bastante bien, como un hombre honesto aunque equivocado, víctima de un conflicto entre su deber sagrado de Rey y sus deseos personales, como hombre, como padre y como esposo, y que es el que conmueve al espectador en los Actos sucesivos, pasando de Verdugo a Víctima
- Muy interesante es el tratamiento que Schiller da al personaje de Rodrigo, Marqués de Posa, que inicialmente parece una cosa y luego resulta otra y que pretende, desde luego, aprovecharse de la «ingenuidad» de Carlos para sus intereses, aunque no sean intereses personales, lo que llega a confundir a Felipe, al que Sciller considera un gran conocedor del alma humana
- Los otros personajes principales, la reina Isabel, la princesa de Éboli, el confesor Domingo, el Gran Inquisidor y el duque de Alba, se mantienen relativamente estables siempre, siendo los buenos y los malos durante toda la obra. Es interesante el papel de «mala malísima» de Éboli y el de «malo taimado» de Domingo
Probablemente estos cambios en el punto de vista de Schiller sobre sus personajes, motivado principalmente por el largo intervalo de tiempo transcurrido entre los distintos actos (de hecho adelantó el 1º y 2º en una revista literaria en 1784), se convierte en un atractivo de la obra, a la que dota, además, de una gran modernidad, al presentar unos personajes psicológicamente complejos y mucho más parecidos a los de la vida real, con las incongruencias que todos tenemos en mayor o menor grado.
La otra nota que quiero destacar es el momento histórico en el que Schiller escribe su Don Carlos. Lo estrena dos años antes de la Revolución Francesa y dos después de la Declaración de los Derechos Humanos en los Estados Unidos de América. Por tanto resuena en la obra un himno a la libertad, que se modera con los planteamientos sensatos del Clasicismo de Weimar, al que Schiller se adscribirá posteriormente.
Por lo demás, no quiero acabar sin dejar de animar a los lectores de este blog a que comprueben las bondades de este poema dramático, leyéndolo en alguna de las traducciones existentes (lo ideal sería leerlo en alemán y en verso, pero eso son palabras mayores para la mayoría de nosotros). Comprobarán que esta obra, cargada de falsedades históricas y anacronismos, es una gran obra de ficción, con profundidad dramática, personajes interesantes, trama llena de sorpresas y, en definitiva, teatro del bueno.