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LAS DAMAS DE ESTE DRAMA: ISABEL DE VALOIS Y LA PRINCESA DE EBOLI

Isabel de Valois

Isabel de Valois

Ana de Mendoza, Princesa de Eboli

Ana de Mendoza, Princesa de Éboli

Isabel de Valois (1546-1568) era hija del Delfín de Francia, y luego Rey, Enrique II, (a su vez hijo de Francisco I), y de Catalina de Medecis. Desde muy niña estuvo destinada a ser la esposa de Eduardo VI de Inglaterra, el hijo de Enrique VIII, pero no llegó a celebrarse la boda al fallecer Eduardo en 1553, cuando Isabel apenas contaba 7 años. Su siguiente prometido iba a ser Carlos de Austria, pero como sabemos fue sustituido por su padre Felipe II, con el que finalmente se casó. Por cierto que las brillantes celebraciones que se realizaron en París después de los esponsales acabaron en tragedia, al clavársele una lanza en un ojo a Enrique II, en un torneo en el que participó, y murió entre terribles dolores.

Isabel fue muy bien instruida, con una buena educación humanista, bajo la atenta mirada de Catalina de Medicis, junto a su futura cuñada María Estuardo, la prima de Isabel I de Inglaterra, que casaría con Francisco II de Francia, el hermano de Isabel. Cuando Isabel llegó a España, hablaba español correctamente y tenía un grandísimo interés en conocer las costumbres y peculiaridades de su nueva patria de adopción.

Isabel fue el gran amor de Felipe, del que se dice que sólo se le vió llorar una vez en su vida, el 3 de octubre de 1568, cuando ella falleció después de dar a luz su tercera hija, nacida a los cinco meses de embarazo y que solo vivió unas pocas horas. Llegó a España con sólo 14 años y sin estar todavía en la edad nubil, y no daría a luz a su primera hija hasta 1566, justo cuando Isabel tenía 20 años. En los pocos años que vivió en la Corte fue querida por todo el mundo, siendo gran amiga de su cuñada Juana de Austria. Siempre trató con cariño al príncipe Carlos, cada vez más distante de su padre. Parece, incluso, que trató de mediar entre ambos.

En definitiva, Isabel iluminó la Corte de Felipe II y le permitió disfrutar de una juventud que el Rey no había tenido. A su muerte, tan prematura (sólo tenía 22 años), todo el pueblo y la corte la lloraron y Felipe, que desde entonces siempre vistió de negro, se retiró unos días al monasterio de San Jerónimo, para rezar por su alma.

A continuación incluimos dos enlaces a Vídeos de YouTube que ilustran la vida privada de Felipe II y la breve vida de Isabel, el gran amor de Felipe II.

La vida privada de Felipe II

Isabel de Valois

Y no podemos acabar de hablar de Isabel sin verla y oírla en ese aria maravillosa y solemne, enormemente triste, del 5º Acto de la Ópera, en la que se dirige a su suegro difunto, el Emperador, ante su túmulo del Monasterio de Yuste, para decirle Tu che la vanitá conocesti del mondo, cantado por María Callas en un concierto en Hamburgo en 1959.

Tu che la vanità

En cuanto a la Princesa de Éboli, Dª Ana de Mendoza y de la Cerda (1540-1592), comenzaremos por decir que era la hija única de Don Diego Hurtado de Mendoza, Virrey de Aragón, y biznieta del poderoso Cardenal Mendoza. Fue casada muy joven (12 años) con Rui Gomes da Silva, o Ruy Gómez de Silva, segundón portugués que vino a España con el séquito de la Emperatriz Isabel de Portugal y que se quedó al servicio del Príncipe Felipe, y luego Rey cuando abdicó su padre (1556). Precisamente el Príncipe medió con los Mendoza para conseguir la mano de Ana para su servidor y amigo Ruy, ya que Ana era un gran partido, hermosa, inteligente y rica.

El matrimonio de Ana y Ruy duró 21 años y en su seno nacieron los 10 hijos que tuvieron. En 1573 Ruy, Príncipe de Éboli (villa italiana próxima a Salerno, cerca de Nápoles), falleció inesperadamente y la vida empezó a complicarse para Dª Ana, que primero quiso ser monja carmelita, aprovechando una de las fundaciones que había hecho en la villa de Pastrana, y esto le costó enemistarse con Santa Teresa de Jesús, que estaba en contra de las «monjas nobles» que se enclaustraban con abundante servidumbre. Santa Teresa hizo salir a todas las monjas del convento y abandonaron Pastrana. La princesa se quedó sóla, pero más tarde se vengaría denunciándo a Santa Teresa a la Inquisición.

Dª Ana, a la que Felipe II llamaba «la hembra», se hizo amante de Antonio Pérez, secretario del rey, y que acaudillaba el llamado «partido papista» dentro de la Corte, partido cuyo líder anterior había sido Ruy Gómez y que estaba enfrentado a la facción comandada por el Duque de Alba. Estas relaciones indebidas parece que fueron descubiertas por Juan de Escobedo, (secretario personal de Don Juan de Austria), que además supo que mantenía relaciones clandestinas con los rebeldes de los Países Bajos. Sea como fuere, Escobedo apareció muerto a estocadas y la opinión pública se lo atribuyó a Antonio Pérez. Un año más tarde, en 1578, el Rey lo mandaria detener, y con ello comenzaría a escribirse la llamada  Leyenda Negra, de la que no vamos a hablar, para no distraernos de nuestro objetivo.

Consumada la traición de Antonio Pérez, el Rey decidió castigar ejemplarmente a la Princesa de Éboli, no porque se sintiera despechado por su supuesta antigua amante, sino por sentirse traicionado por una antigua amiga y la mujer de su fiel servidor el Príncipe de Eboli. Ana fue encerrada en 1579 en el torreón de Pinto, luego en la fortaleza de Santorcaz y a partir de 1581, y hasta su muerte en 1592, en su Palacio Ducal de Pastrana, privada de la tutela de sus hijos y de la administración de sus bienes.

A partir de la fuga de Antonio Pérez a Aragón, en 1590, Felipe mandó poner rejas en todas las puertas y ventanas del Palacio Ducal de Pastrana y a Ana sólo le dejaban asomarse una hora al día al balcón enrejado, que da a la plaza que desde entonces se llama Plaza de la Hora. Sin embargo, Felipe siempre protegió a sus hijos, que lo eran de su fiel servidor y amigo Ruy.

 

A continuación hemos incluido un enlace a un Vídeo de YouTube que ilustra un curso de la UNED sobre la figura y la vida de la más ilustre alcarreña de Historia, Dª Ana de Mendoza y de la Cerda, Princesa de Éboli, Duquesa de Pastrana y Condesa de Mélito. Y otro enlace a la interpretación que hace Dolora Zajick del aria de la Princesa de Éboli en el Don Carlo, titulada Oh don fatale.

La Princesa de Éboli

Oh don fatale

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