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Una ópera de ambiente militar pero con lágrimas

En las próximas semanas podremos disfrutar en el Teatro Real de Madrid de las representaciones de la última ópera compuesta por  Vincenzo Bellini, I Puritani di Scozia, o simplemente I Puritani. Por cierto, con un reparto sugestivo para los cuatro papeles principales:

  • Lady Elvira Valton: Diana Damrau / Venera Gimadieva
  • Lord Arturo Talbo: Javier Camarena / Celso Albelo
  • Sir Giorgio Valton: Nicolás Testé / Roberto Tagliavini
  • Sir Riccardo Forth: Ludovic Tézier / George Petean / Damiano Salerno

Todos ellos bajo la Dirección Musical de Evelino Pidò y la Dirección de Escena de Emilio Sagi. Parece un «broche de oro» para una buena temporada de ópera.

I Puritani fue estrenada en Le Théâtre Italien de París el 24 de enero de 1835, con libreto del Conde Carlo Pepoli basado en el drama Têtes rondes et cavaliers de los dramaturgos franceses Jacques-François Ancelot y Xavier Boniface Saintine (estrenado en París en 1813). En España se representó por primera vez el día 26 de septiembre de 1836, en el Teatro de la Cruz,  y en el propio Teatro Real el 6 de diciembre de 1850.

La obra está ambientada en la Inglaterra de la Guerra Civil, hacia 1650 (recuérdese que el rey Carlos I Estuardo había sido decapitado el 30 de enero de 1649), en el Castillo de Plymouth, que el libretista situa erroneamente en Escocia. Quizás este error se debe a la supuesta influencia de la novela Old mortality de Sir Walter Scott, al que durante un tiempo se atribuyó la paternidad de la idea en la que se inspiraron Ancelot y Saintine, pero que hoy es una hipótesis descartada.

Obra plenamente romántica, calificada por Bellini de Melodramma serio, en 3 actos, trata de los amores de Elvira Valton, hija del General Gobernador de Plymouth, Sir Gualtiero Valton (Sir Walter Walton), puritano, con Arturo Talbo (Lord Arthur Talbot), caballero realista (partidario de los Estuardos), con el que Elvira se casa, despreciando a su pretendiente Riccardo Forth (Sir Richard Forth), capitán puritano. Todo ello en el momento histórico del fin de la Guerra Civil, con las tropas puritanas buscando a la reina Enriqueta y al príncipe de Gales, el futuro Carlos II.

En el próximo post de esta serie trataremos de la realidad histórica del momento que Ancelot/Saintine/Pepoli trataron de reflejar. En cualquier caso, podemos decir ya que Carlo Pepoli no era el buen libretista que esta obra se merecía. Desgraciadamente Bellini había roto con Felice Romani, (a raíz de las desavenencias en el estreno de Beatrice di Tenda), con el que había colaborado exitosamente en casi todas sus obras, y Pepoli hizo un libreto que contiene inconsistencias importantes que restan credibilidad a lo que pasa en escena.

A modo de ejemplo, citemos tres inconsistencias mayores que hacen difícil de creer la situación que vemos en escena y los diálogos correspondientes:

  1. En el comienzo del primer acto amanece un día de júbilo en el castillo de Plymouth, porque se casa la hija de Sir Gualtiero. Pues bien, Elvira, la hija no sabe con quién se casa, es mas cree que se va a casar con su antiguo pretendiente, Riccardo, en lugar de con Arturo, que es a quien ama. Y Elvira está muy triste. Su tío Giorgio, que es muy bondadoso y la quiere mucho, le da la noticia de que se casará con Arturo
  2. A continuación llega Arturo, para la celebración de la boda, y el padre de Elvira le «concede la mano» de su hija para, a renglón seguido, decir que no se queda a la boda, porque está muy ocupado buscando a la Reina (se supone que para detenerla y seguramente decapitarla)
  3. Y a continuación, todo en el Primer acto, en menos de media hora, que se representa en tiempo real, aparece una dama que está prisionera en el castillo bajo el nombre de Dama di Villa Forte, que resulta ser Enriqueta de Francia, la ¡¡Regina!!, y que es reconocida por Arturo, que, a partir de ese momento, sólo piensa en salvarla

Hagamos un esfuerzo de imaginación y pensemos que en 1650 una hija de una familia noble no elegía a su marido, ni esa era una cuestión que tuviese que ver con el amor. Ni la novia conocía al novio hasta el momento de la boda. Pero no es creíble que Elvira se entere de la decisión de su padre minutos antes de la boda y por boca del tío.

Tampoco es muy creíble que el padre se excuse de la asistencia a la boda con toda naturalidad, cuando la boda se va a celebrar en minutos. Pero mucho menos que el novio, que está contentísimo de conseguir a su amada, que ha sido tarea difícil, (porque él es realista y ella de una familia puritana de alto rango, y además comprometida con un capitán puritano), se olvide de todo y mientras la novia se va a vestirse para la boda, se dedique a salvar a la Reina y desaparezcan ambos.

Y es que, como dicen los anglosajones:

Right premisses, right conclusions;

Wrong premisses, wrong conclusions.

Por tanto, todo lo que pasa en el 2º y 3er Acto, locura de Elvira incluida, es una consecuencia lógica de estos hechos.

Ciertamente, no he tenido la oportunidad, en este caso, de conocer la obra original de Ancelot/Saintine, pero presiento que el conde Pepoli tiene mucho que ver con estas inconsistencias. Seguramente el argumento de partida es el descrito más arriba, pero estará mucho mejor contado, no pasará en tan corto periodo de tiempo y de una forma tan sumarísima, por muy tiempos de guerra que fueran aquellos de 1650 en Inglaterra.

Dicho lo anterior, ya no queda más que alabar la obra y la labor de Bellini, que tuvo un éxito importantísimo con Puritani. Bellini había salido de Italia en 1833, buscando su consagración internacional. Primero estuvo en Londres (desde abril de ese año), donde se estaba representando Norma y La sonambula, y donde obtuvo un gran éxito. Y en agosto de 1833 se trasladó a París, en aquel momento la Meca de la Cultura. Enseguida frecuentó el salón de la princesa Cristina Trivulzio Belgiojoso, a la que había conocido en Milán, y allí coincidió con personalidades como Henrich Heine, que se referirá elogiosamente a él en su novela Noches florentinas, así como con Liszt, Paganini y Chopin, que lo admirará inmediatamente.

Con el apoyo de Rossini, ilustre residente en París, recién retirado de la composición pero aún muy influyente, Bellini obtuvo el encargo de componer una ópera para el Théâtre Italien, punto de encuentro de los autores italianos en París. El propio Rossini actuó de consejero y recomendó a Bellini que se esmerase en la orquestación, haciéndola al gusto francés. Bellini siguió los consejos de Rossini y obtuvo un gran éxito de público y el reconocimiento de la crítica y de sus compañeros compositores.

La escena de la locura de Elvira produjo la emoción del público, así como todo el tercer acto, máxime al estar cantada por Giulia Grissi, una de las más grandes sopranos del momento. Y es que el reparto fue otro de los puntos fuertes de I Puritani: nada menos que Giovanni Battista Rubini, un tenor lírico-ligero mítico, en el papel de Arturo, que tiene obstáculos casi insalvables para la inmensa mayoría de los tenores, el bajo Luigi Lablache, que tenía «baja» la vocalidad pero que era un gigantón, como hombre y como artista, y que hacía muy creíble la figura del tío bondadoso y protector, y Antonio Tamburini en el papel de Riccardo, el pretendiente despreciado, que abandona sus ansias de venganza ante el dolor de Elvira a la que él quiere de verdad.

Para que nos haganos una idea del éxito que tuvo la ópera, basta decir que Bellini fue nombrado «Chevalier de la Légion d’honneur» en el mismo 1835, por su éxito, y que el dúo heroico de Riccardo y Giorgio, Suoni la tromba, dio lugar a las famosas variaciones Hexameron (encargadas por la princesa Belgiojoso sobre la Marcha de los Puritanos) y a las Paráfrasis de Liszt y Chopin. Y es que Bellini, que hizo caso a los consejos de Rossini, para conseguir una apariencia de ópera a la francesa, no renunció sin embargo a su arma predilecta: la melodía, la melodía inacabable, eterea y voladora, de ritmo impreciso y llena de inesperadas inflexiones.

Desgraciadamente Bellini moriría inopinadamente al final del verano de 1835, cuando sólo contaba 34 años de edad. Su trágica desaparición a tan temprana edad no hizo más que incrementar el mito. En los años sucesivos continuó representándose I Puritani con el cuarteto de intérpretes del estreno, que ya fueron conocidos siempre como el Cuarteto de Puritanos.

Acabamos este primer post con unas ilustraciones musicales, gracias a los ENLACES incluidos a continuación:

  1. Conocemos a Elvira, en su momento de dicha, cuando se prueba el velo nupcial que le ha regalado Arturo. Es el Aria de Soprano Son virgin vezzosa, en la interpretación de Anna Netrebko
  2. Conocemos también a Arturo, cuando se presenta en el Castillo de Plymouth y saluda a su amada con el famoso A te, o cara en la voz del grandísimo tenor Mario Filippeschi, en una interpretación de 1952
  3. Y oímos el duo final entre Arturo y Elvira, que ya se unen para siempre, ya que esta ópera acaba bien. Es el dúo Suon d’araldi en la interpretación de Maria Callas y Giuseppe di Stefano, en el Palacio de Bellas Artes de Méjico en 1952, y en la que la voz de Maria «atraviesa todo como el relámpago en la noche» en un impresionante Re sobreagudo, in fortissimo, por encima de la Orquesta, del tenor y de todos.

 

ENLACES:

Son virgin vezzosa

A te o cara

Suon d’Araldi

 

 

 

 

 

 

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