De Francisco I de Francia al 1er. Duque de Mantua
Como ya hemos comentado, Rigoletto se basa en el drama de Víctor Hugo Le Roi s’amuse, que está ambientada en la licenciosa Corte de Francisco I de Francia, aunque, por cuestiones de censura, tuvo que trasladar la ambientación al Ducado de Mantua.
En esta entrega de nuestros Comentarios sobre Rigoletto vamos a analizar la verdad histórica de estos personajes pretendiendo obtener una contestación a tres simples preguntas:
- ¿Quién fue Francisco I de Francia?
- ¿Era su corte tan licenciosa cómo la reflejaba Víctor Hugo?
- ¿Qué fue el Ducado de Mantua?
Francisco I de Francia
François de Valois et d’Angoulême, nació en Cognac en 1494 y murió en Rambouillet en 1547. Por tanto, fue contemporáneo de nuestro Carlos I, aunque Francisco era 6 años mayor y murió 10 años antes. Fué rey de Francia desde 1515 (con 20 años) hasta su muerte. Su padre fue Carlos de Orleans (muerto cuando Francisco aún no tenía 2 años) y su madre Luisa de Saboya. El padre, Carlos de Orleans, era primo del rey Luis XII de Francia y el hijo pequeño de la Duquesa de Milán, Valentina Visconti. Francisco fue Duque de Milán, de 1515 a 1525, sucediendo a Maximiliano Sforza, después de vencer en la batalla de Marignano.
Como Luis XII no tenía herederos varones y Luisa, la mujer de su primo, había enviudado con 19 años, Luis los acogió en el castillo de Amboise, a orillas del Loira, donde se crió Francisco y su hermana mayor Margarita. Francisco recibió una educación inspirada en el pensamiento italiano y con claras influencias renacentistas, movimiento que interesaba mucho a su madre, Luisa de Saboya.
Se casó con Claudia de Francia, la hija de Luis XII, en 1514, cuando ella contaba sólo 15 años. Cuando muere Luis, sin herederos varones, Francisco, sobrino del rey y casado con su hija, era el sucesor indiscutible y así fue coronado en Reims. Con Claudia, tuvo 7 hijos, y ella murió a los 24 años, en 1524.
En su política exterior, Francisco I pasó su reinado luchando con su gran enemigo, Carlos I de España, fundamentalmente en el teatro de operaciones de Italia. En la primera guerra, Francisco perdió la batalla de Pavía (1525), en las inmediaciones de Milán, y fue hecho prisionero y traído a Madrid, donde estuvo encerrado alrededor de un año, hasta firmar el Tratado de Madrid (1526), en el que Francia perdió, a favor de España, el Milanesaso, Génova y Nápoles, además de la Borgoña, Artois y Tournai. Hubo un nuevo conflicto, que se zanjó con otro fracaso francés y con la Paz de Cambrai o de las Damas, (así llamada por haberla acordado Luisa de Saboya y Margarita de Austria, madre y tia, respectivamente, de los reyes) y en el que se concertó el matrimonio del rey Francisco, ya viudo, con la Infanta Leonor, hermana de Carlos I (1530). Y un tercero que acabaría en La Paz de Crepy (1544). Además de su enfrentamiento con Carlos, el reinado de Francisco fue el comienzo de las guerras de religión en Francia, entre católicos y protestantes (los hugonotes, en Francia).
Francisco I implantó en Francia las bases del absolutismo monárquico y fue protector de las ciencias y las artes. Fundó el Colegio de Francia, la Imprenta Real e inició la construcción del palacio del Louvre. Vivió con gran ostentación y como auténtico rey absoluto.
Respecto a su afición al arte renacentista, a cuya implantación en Francia contribuyó destacadamente, hay que destacar que contrató y trajo a Francia a artistas como Andrea Sarto y Leonardo da Vinci, este último ya mayor (64 años). A Da Vinci, Francisco le profesaba verdadero afecto, lo instaló en el castillo de Clos Lucé, cercano al de Amboise, y le confió diversas misiones, entre otras el diseño de las suntuosas fiestas de la corte de Amboise, la creación de autómatas, etc. Francisco lo consideró «el primer pintor, primer ingeniero y primer arquitecto del rey», recibiendo una asignación de 10.000 escudos.
No parece cierto que Da Vinci muriese en los brazos del rey Francisco, aunque esa haya sido la leyenda. Lo que sí es cierto es que Leonardo se trajo a Francia algunas de sus más célebres obras, entre ellas La Gioconda, que nunca vendió y conservaba con él. Pasará a ser propiedad real y la conservarán hasta exponerla en el Museo del Louvre en 1797.
Al final de este post hay dos enlaces que resumen el reinado de Francisco I y el advenimiento del Renacimiento a Francia, con castillos como el de Chambon en el Loira.
La corte de Francisco I
Francisco se casó a los 18 años con su prima segunda Claudia, la hija mayor de Luis XII y Ana de Bretaña, que sólo tenía 14. Por cierto que Claudia estuvo prometida, en 1504, con sólo 5 años, con Carlos de Habsburgo, el futuro Carlos V, aunque el compromiso se deshizo por presión de los Estados Generales de Francia, y fue comprometida con Francisco.
Claudia estuvo volcada absolutamente en la maternidad, estando embarazada desde los 15 años hasta su muerte, con menos de 25 años, dando a luz, año tras año, a siete hijos. Parece ser que Francisco le tenía un afecto sincero, pero al resto de su familia política, su suegra Luisa de Saboya y su cuñada Margarita, la despreciaban por su vida virtuosa y honorable, que reflejaba los principios religiosos de sus padres, los reyes Luis y Ana. El lema que empleaba Claudia era «candidior candidis» , que viene a ser como «más blanca que la azucena». Ese lema era objeto de chanzas en la corte.
El joven rey de Francia fue un príncipe típico del Renacimiento: gran deportista, aficionado a la caza, los torneos y las mujeres. Era alto, muy alto, moreno, de nariz prominente y apuesto. Su simpatía agradaba a cualquiera. En definitiva, un seductor.
Podemos considerar cierto que la Corte de Francisco I fue algo más que liberal. Vivía rodeado de un pequeño harén que él denominaba «mi pequeña banda», y en opinión de Mézeray:
Al principio esto tuvo buenos efectos, ya que este sexo amable llevó a la corte la pulcritud y la cortesía. Pero las costumbres pronto se corrompieron: los cargos y las prebendas se distribuyeron según las fantasías de las damas
Esta corte que se esforzaba por imitar al soberano, se había convertido en un «verdadero lupanar», en el que se hacía el amor con una facilidad increíble. A Francisco I le gustaba mucho esa franqueza, desconfiando de las personas virtuosas, al extremo de que algunos cortesanos, menos promiscuos, procuraban parecer deshonestos para complacerle. Y es que la propia madre del rey, Luisa de Saboya, no podía ver un hombre apuesto sin contemplarlo con miradas más que afectuosas, y de hecho le proporcionaba amantes a su hijo.
Francisco I obligó a muchos maridos y padres a perdonar las afrentas que sufrieron por parte de su Rey, en las personas de sus mujeres e hijas, so pena de ser decapitados. Ese comportamiento fue muy bien recogido por Víctor Hugo y , posteriormente, por Francesco María Piave en su Rigoletto.
Sin duda, Francisco era un seductor y así lo demuestra, por ejemplo, lo que pasó cuando vino en 1525 prisionero a Madrid. Las damas madrileñas sufrieron una especie de «locura amorosa». Cuando llegó a Valencia no parecía un prisionero sino un conquistador.
Para terminar de describir esa corte, que podemos calificar sin miedo de licenciosa, nos referiremos a la figura de Diane de Poitiers, que fue la «superamante» del joven Enrique (el Delfín) que contaba 19 años, mientras Diane, ya viuda, pasaba de los 40, y había sido amante del padre. Al mismo tiempo, Catalina de Medicis, la jovencísima esposa del Delfín, con sólo 16 años, y a la que este no hacía caso, estaba fascinada por su suegro y se dice que estuvo en el punto de mira de la «petite bande». De todas formas, Diane de Poitiers fue la estrella fulgurante de la corte y merecería que le dedicásemos más espacio o quizás un post. Al menos, incluimos a continuación su retrato.
El Ducado de Mantua
Como sabemos, en Rigoletto Verdi y Piave tuvieron que cambiar su localización y sus protagonistas, por imposiciones de la Censura. No podía ser un rey, y por ello se eligió una corte ducal, y se escogió la de Mantua porque era un Ducado que ya no existía, ya que el último duque, Fernando Carlos de Gonzaga-Nevers, que se alió con Francia en la guerra de Sucesión Española, había sido desposeído del ducado por el emperador José I de Habsburgo. Tras su muerte, en 1708, la familia Gonzaga-Nevers (rama francesa de los Gonzaga) perdió Mantua para siempre a favor de los Habsburgos de Austria.
El Ducado de Mantua fue un ducado situado en la Lombardía, en el norte de Italia, feudatario del Sacro Imperio Romano Germánico. Tenía frontera con la República de Venecia, Estados Pontificios, Ducado de Módena, Ducado de Parma y Milanesado.
La capital fue la ciudad de Mantua, que está bañada en tres de sus costados por el río Mincio, (afluente del Po y que nace en el Lago de Garda), formando tres lagunas artificiales creadas en el siglo XII con fines defensivo ( y que serán el escenario del tercer acto de Rigoletto). Tiene uno de los teatros de ópera mas antiguos, donde Monteverdi estrenó su obra L’Orfeo. Y en Mantua sitúa Shakespeare el destierro de Romeo en Romeo y Julieta, que ocurre en Verona, próxima a Mantua, y lugar al que Rigoletto manda marchar a esconderse a su hija después de la escena del Cuarteto.
Después de una historia de invasiones, perteneció a la familia lombarda de los Canossa y luego se convirtió primero en una comune libre y después de luchas entre diversas facciones, en 1235 se convirtió en una ciudad güelfa (recordemos las famosas disputas entre güelfos y gibelinos en muchas ciudades del norte de Italia).
A partir de 1273, y hasta 1708, la familia Gonzaga dominó Mantua. Mediante el pago de 120.000 florines de oro en 1433, Gianfrancesco I Gonzaga fue nombrado Marqués de Mantua por el emperador Segismundo, con cuya sobrina, Bárbara de Brandeburgo, casó a su hijo Luis III Gonzaga. En 1459 el Papa Pío II celebró una dieta en Mantua para proclamar una cruzada contra los turcos.
El primer Duque de Mantua fue Federico II Gonzaga, que adquirió el título al emperador Carlos V en 1530. Posteriormente la familia adquirió el Marquesado de Montferrato, a través de estrategias matrimoniales.
En 1627 la línea directa de los Gonzaga se extinguió con la muerte de Vicente II Gonzaga, con lo que la ciudad caminó hacia su declive bajo los nuevos gobernantes, los Gonzaga-Nevers, rama francesa de la familia. Hubo una Guerra de Sucesión en Mantua, y en 1630 una armada imperial de mercenarios asedió Mantua, trayendo la peste con ellos. Mantua nunca se recuperó de este desastre.
En Rigoletto no se precisa, obviamente, qué Duque de Mantua es il Duca. Por ser contemporáneo de Francisco I, tal vez Federico II Gonzaga, el Primer Duque de Mantua, pudo haber sido ese Duque, aunque no tenemos ninguna prueba de que su corte tuviese una vida «social» como la de la corte de Francisco I.
De Federico II Gonzaga hay un cuadro de Tiziano, pintado hacia 1525 y conservado en El Prado, que reproducimos a continuación. En lo que sí se parecieron Francisco I y Federico fue en su interés por las artes y su carácter de príncipes renacentistas. Así, Federico II fue mecenas de Tiziano, que lo retrató en diversas ocasiones, y también de Correggio, a quien encargó famosas pinturas mitológicas. Encomendó a Giulio Roman la construcción del Palacio de Té, como residencia veraniega en las afueras de Mantua.
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